Fernando Pepén Romero

Antes de mi vida en Cristo, me percibía como una buena persona que no merecía el infierno. Sabía qué hacía cosas malas, pero, entendía que la balanza se inclinaba a favor de las buenas obras. Sin embargo, jamás encontré plenitud en lo que hacía.

A menudo sentía que nada de lo que hacía o conseguía era suficiente.
Durante la celebración de bodas de mi hermano Luís y su esposa Analix tuve la oportunidad de exponerme por primera vez a un mensaje centrado en la Palabra de Dios. Quedé asombrado de la riqueza y sabiduría del mensaje. Desde aquel momento, tuve sed de escuchar la Palabra de Dios.

Los mensajes predicados en la iglesia me enseñaban al verdadero Dios.
Fui entendiendo mi condición de pecador y merecedor del infierno y el regalo de salvación que hay en Su Hijo Jesús (Ef. 2:8-10).Desde el día que el Señor me salvó, empezó una obra en mi vida. Tengo comunión y deleite en Él.

La Iglesia Convertidos a Cristo (ICC), ha sido un instrumento en manos de Dios para forjar el carácter de Cristo en mí, a través de la predicación centrada en la Palabra de Dios. Allí puedo tener comunión con otros hermanos y trabajar en Su obra.

¡Doy gracias a Dios por la Iglesia de Convertidos a Cristo y ruego que la siga utilizando para Su gloria!