Nací en La Vega República Dominicana el 12 de sept. de 1955. A los ocho años de edad mis padres decidieron trasladarnos como familia a la ciudad de Santo Domingo donde continúe mis estudios académicos graduándome de Lic. en Contabilidad en la Universidad Dominicana, y especializándome más adelante en Administración de empresas.
En Sto. Dgo. conocí una maravillosa joven llamada Rosimarys Feliz Matos que cautivó mi corazón. En junio de 1978 contrajimos matrimonio y el Señor en su gracia nos regaló tres hijas: Johanna, Patricia y Rossil. El señor también nos concedió el privilegio de criar en calidad de hija a Gloris Feliz Rossi hermana de mi esposa.
En su bondad para con nosotros al día de hoy el Señor ha permitido que tres de nuestras cuatro hijas hayan contraído matrimonio con maravillosos jóvenes creyentes que aman y temen a Dios.
Johanna se unió en matrimonio con Abraham Santana Jiménez, uno de los pastores de la Iglesia Biblica de Manhattan, NY, y tienen 3 hijos: Daniel, Samuel y Josue.
Patricia se unió en matrimonio con Marcelino Dicen Hernandez, procreando 2 hijos, Gonzalo y Marcela.
Gloris se unió en matrimonio con Omar Ramirez, y tienen 2 hijos: Aaron Eleazar y Miranda Isabela.
Rossil hoy día está casada con Pedro Atilio Fernández de León, joven creyente y temeroso de Dios, y tienen dos hijos varones, Pedro Pablo y Felipe Andres .
Desde la adolescencia hasta los 33 años me mantuve alejado de toda actividad religiosa, pero sentía un gran vacío espiritual en mi vida, en el fondo de mi corazón sabía que me faltaba Dios, sabía que faltaba Dios en mi hogar, ya nuestra hija mayor tenía 10 años de edad y me inquietaba la falta de relación con Dios en nuestra familia.
Me dediqué a la práctica del juego de Softball, lo cual se convirtió en el dios de mi vida. Jugaba softball todos los fines de semana y días feriados, al punto de no dedicarle tiempo suficiente a mi familia. Fue entonces cuando Dios comenzó a manifestar su misericordia para conmigo, y utilizó a los hermanos Frank y Raquel Cabreja quienes comenzaron hablarme sobre el evangelio de Cristo y a invitarme a la congregación evangélica que ellos asistían. Durante un tiempo estuve rechazando el evangelio que me predicaban, y rehusando sus invitaciones poniendo como excusas mi juego dominical de Softball.
Pero sucedió que un domingo no pude rehusar la invitación porque no tenía juego de Softball, y dije dentro de mí, los acompañaré al templo para complacerlos y quitármelos de encima con esto, llevaré también a mi esposa e hijas aprovechando la ocasión para darles un paseo pues pocos domingos compartía con ellas.
Era domingo 18 de sept. de 1988, esta Iglesia estaba celebrando 6to. aniversario con una campaña evangelística a cargo del pastor Alex Embiridis, quien predicó sobre el encuentro de Jesús y Nicodemo, evangelio de Juan, cap. 3 y el tema fue “El nuevo nacimiento”. Mi esposa Rossy y yo no teníamos Biblia, por lo que los Cabreja compartieron sus Biblias con nosotros. Nuestras niñas habían sido conducidas a una escuela bíblica infantil.
Cuando el pastor inició la predicación trate de ignorar su mensaje, yo entendía que era salvo, (bastante veces me había confesado en el esquema religioso que practicaba), y consideraba que ese sermón no sería para mí.
Pero en la medida que el pastor desarrollaba el tema comencé a ponerle atención, me causo mucha inquietud el versículo donde Jesús expreso «De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”, comencé a sentir que esas palabras de Jesús eran como dirigidas especialmente a mí. El pastor explicó que en el texto Jesús está tratando de conducir a la salvación a un anciano llamado Nicodemo, que por estar sumergido en tradiciones religiosas no podía ver la verdad. Comencé a darme cuenta que yo estaba en esa misma situación; sin duda alguna, Dios había comenzado hacer su obra en mi abriéndome el entendimiento sobre la salvación.
Al final de la predicación Dios me había conducido a entender por primera vez en mi vida, que mis pecados no estaban perdonados porque yo no había acudido nunca a la única fuente de perdón, entendí que en ese momento por causa de mis pecados iba camino al infierno, entendí que necesitaba un salvador, entendí que ese salvador es Jesucristo. Dios me condujo a experimentar el genuino arrepentimiento, y ese día entregue mi carga de pecados a Jesucristo y lo acepte como señor y salvador de mi alma.
Cuando terminé de orar entregando mi vida a Jesucristo, recibí de mi esposa la agradable noticia de que había hecho lo mismo. Nos abrazamos de gozo y nuestras hijas nos interrumpieron para decirnos que habían quedado fascinadas con lo aprendido en la escuela bíblica infantil, lo cual aumentó nuestra alegría. Sin embargo tan pronto salí del templo comencé a sentir una tremenda lucha en mi interior, por un lado pensé en mis juegos de softball de los domingos, y por el otro lado quería seguir asistiendo a la Iglesia pues entendí los beneficios que traería para mí y toda la familia. Finalmente me decidí por Cristo y la Iglesia, por varios domingos me excuse en el Softball hasta que envié mi renuncia, pues algo mucho mejor había pasado a ocupar ese tiempo y lugar en mi vida.
Entonces sucedió algo maravilloso que me mostró la manera como Dios actúa, me enteré que muchos hermanos de la iglesia jugaban softball, y al poco tiempo organice una liga en la Iglesia con uniforme y todo, conseguimos un play asignado para los sábados. El Señor me dejó mi pasatiempo favorito, solo me cambio el escenario y los compañeros de juego.
En febrero de 1989, asistí con la Iglesia a mi primer campamento de familia fue en la ciudad de Jarabacoa, y durante el mismo fui bautizado con mi esposa por el Pastor José Mallén en la confluencia del río Manabao. Más adelante nuestras hijas también se convirtieron a Jesucristo en la escuela dominical bíblica infantil.
Varios meses más tarde, tuve el privilegio de comenzar a servir al Señor trabajando en la escuela bíblica dominical para niños, luego pasé a trabajar en el programa de jóvenes de la Iglesia.
Mas delante Dios comenzó a inquietar mi corazón con respecto a dedicarme a su obra, lo compartí primero con los pastores y comenzamos a orar esperando la dirección del Señor. Iniciamos en la Iglesia un Instituto Bíblico para edificar y fortalecer a los hermanos en el cual mi esposa y yo nos matriculamos.
Por varios años el Señor me dio la oportunidad de trabajar en diversos ministerios que avivaron en mí el amor por la obra de Dios, la compasión y responsabilidad por las personas sin Cristo, como el programa de alfabetización de adultos, el programa de rodaje de películas y predicación del evangelio a los presos de la cárcel preventiva de Najayo, a los jóvenes internados en los hogares crea de la ciudad de Sto. Dgo, entre otros.
En mi interior crecía el deseo de dedicarme a servir a Dios, llego el momento de compartirlo con mi esposa y mis hijas; y las respuestas que recibí de ellas fueron de tanta identificación y apoyo que me causaron alegría y expectación, pues percibí que el Señor me estaba confirmando su llamamiento y preparando el camino en cada paso que daba.
Luego el pastor Mallén comenzó a desarrollar conmigo un programa de preparación ministerial, mientras yo seguía mirando la mano del Señor detrás y confirmando su intención conmigo.
Yo trabajaba en una compañía de seguros como gerente del Depto. de Siniestros y comencé a sentir la necesidad de comunicar a mi jefe inmediato que me estaba preparando para la obra de Dios. Aunque esperaba comprensión y receptividad de él por ser un hermano en Cristo, no puedo negar que esto me producía cierto temor por el futuro económico de mi familia, finalmente el Señor me dió la fuerza para hacerlo.
LA OBRA MISIONERA EN DOÑA ANA, SAN CRISTÓBAL.
Varios hermanos habían iniciado un estudio bíblico en la comunidad de Doña Ana, San Cristóbal, se habían producido varias decisiones de fe y era el momento oportuno de comenzar a darle forma de iglesia.
El pastor Mallén me solicito incorporarme a ese grupo y encargarme de la labor pastoral, recibí esa noticia con una alegría indescriptible y entendí que había llegado el tiempo del Señor usarme en su obra. En la primera visita que acompañe a los hermanos a Doña Ana, el Señor nos suplió un local para organizarnos como Iglesia y el siguiente domingo, 4 de octubre de 1998, celebramos nuestro primer culto dominical regular. Establecimos celebrar cultos durante tres días a la semana: los días domingo y jueves para toda la Iglesia, y en los días martes un culto para los jóvenes.
El Señor en su soberanía propicio un rápido crecimiento de esta Iglesia en Doña Ana, propicio un ambiente favorable con la comunidad y llevó la iglesia de la mano, incorporando cada día los que habían de ser salvos como dice su Palabra, y a mí personalmente me mostró su fidelidad y dirección cada día, dándome fortaleza, guiándome en los momentos difíciles, usándome como instrumento para ministrar con su palabra la Iglesia y poniendo gracia delante de los hermanos para conmigo y mi familia.
Durante dos años el Señor me fortaleció para poder llevar de manera paralela el oficio de pastor de la iglesia en Doña Ana, mi labor en el Programa de Jóvenes de la Iglesia en Sto. Dgo. y mi empleo en la Compañía de Seguros donde trabajaba.
Sin embargo en noviembre del año 2000, el Señor me mostró que en su tiempo pone todas las cosas en su lugar, confirmo su voluntad para conmigo propiciando que la Iglesia de Convertidos a Cristo en Sto. Dgo. reunida en asamblea me reconociera como pastor y pasara a trabajar en la obra a tiempo completo, lo cual me llevó a tomar la decisión de salir de la Cia. de Seguros donde trabajaba secularmente.
La Iglesia en Sto. Dgo. había comenzado otra obra misionera en la comunidad de La Caleta, la cual fue encargada al hermano Narciso Nadal quien más adelante también fue ordenado como pastor
Más adelante Dios en su soberanía nos suplió al Pastor Manuel Pinales para encargarse de la Iglesia en Doña Ana San Cristóbal, lo cual permitió que yo me dedicara a servir por completo en la Iglesia de Santo Domingo y en ayudar al pastor Nadal en la edificación del templo de la Iglesia en La Caleta.
ESTOY INMENSAMENTE AGRADECIDO DE DIOS, porque sin yo merecerlo hace 23 años tuvo misericordia de mí, me hizo participante de su gracia y de sus bendiciones en Cristo Jesús, librándome de la condenación eterna y salvando mi alma para heredar la patria celestial.
ESTOY INMENSAMENTE AGRADECIDO DE DIOS, por haberme dado una familia tan maravillosa, extendiendo la salvación a cada miembro de la misma, y haberse colocado en la cabeza de nuestro hogar como ente unificador propiciando el ambiente armonioso que desarrolló el espíritu de responsabilidad entre nosotros, para cada cual cumplir con su rol familiar.
ESTOY INMENSAMENTE AGRADECIDO DE DIOS, por haberme traído a formar parte de esta Iglesia local “ICC”, donde fui acogido con tanto amor junto a mi familia, habiendo encontrado en cada miembro, un verdadero hermano en Cristo.
ESTOY INMENSAMENTE AGRADECIDO DE DIOS, por haberme dado el privilegio de trabajar en su obra, capacitándome, fortaleciéndome cada día y teniéndome por fiel para estar en su ministerio, (1 Timoteo 1:12) siendo yo en mi condición de hombre, incapaz de cumplir su santa y perfecta voluntad, pero en su misericordia, puso a mi disposición la obra de Cristo, para que mis pecados fuesen limpiados en su sangre, (Apocalipsis 1:5), y así poder estar en estrecha comunión con él. Les suplico a todos que oren siempre por nosotros como familia, para que Dios nos mantenga fieles y sin caída protegiéndonos de las acechanzas del maligno, para que Dios nos mantenga caminando cada día bajo su dirección, y sirviéndole cada día junto a mi familia
Quiero compartir con mis padres, mis hermanos y demás familiares, con mis amigos, ex compañeros de trabajo, vecinos, relacionados y cualquier otra persona que tenga la oportunidad de leer este testimonio, las siguientes verdades bíblicas que cambiaron mi vida, pues me condujeron a poner la mirada en la persona y obra de nuestro Señor Jesucristo el único y suficiente salvador.
a) Todos los hombres hemos pecado, por lo cual estamos destituidos de la gloria de Dios, (Romanos 3:23), esto quiere decir, que por causa del pecado estamos en estado de muerte espiritual, es decir separados de Dios, destinados al infierno eterno
b) Cristo murió en la cruz en nuestro lugar, como el cordero de Dios que quita los pecados del mundo (Juan 1:29), para pagar la culpa de nuestros pecados y darnos vida espiritual (Colosenses 2:13-14 y Efesios 2:1-5), lo cual le dio el derecho de constituirse en nuestro abogado y único mediador entre Dios y los hombres (1ra. Juan 2:1-2, 1ra. Timoteo 2:5 y Hechos 4:11-12).
c) Solamente la sangre de Cristo puede limpiar y perdonar nuestros pecados (1ra. Juan 1:7 y Apocalipsis 1:5 y Efesios 1:7)
d) La salvación es un regalo de Dios, (Efesios 2:7-8), y solamente poniendo toda la fe (toda la confiando) en Cristo y su obra de la cruz, podemos recibirla.
e) La salvación se recibe en el momento de creer en Cristo y no se pierde jamás (Romanos 10:8-11 y Juan 5:24).
f) Debemos acercarnos a Dios solo a través de Jesucristo, quien se entregó en sacrificio en la cruz, para constituirse en nuestro sumo sacerdote y único camino que nos conduce a Dios (Hebreos 10:12-25 y Juan 14:6).
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