El haber conocido al Señor Jesucristo, el 6 de marzo de 1985, significó para mí un cambio radical. De ser un seminarista, estudiante para sacerdote católico, tiempo en el cual la idolatría y la práctica de la tradición religiosa era lo común en mi vida, fui rescatado por Dios para tener una vida nueva en Cristo Jesús, quien derribó toda esa idolatría de mi vida por Su gracia y Su misericordia.
Ayudó mucho a mi crecimiento espiritual la llegada a la Iglesia de Convertidos a Cristo, una iglesia de sana doctrina, con pastores que se preocupan por alimentar y equipar a los creyentes con el fundamento de la Palabra de Dios, y donde es evidente el amor entre los hermanos.
En esta mi querida iglesia, Dios me ha concedido el privilegio de servir como diácono desde hace unos 27 años.
El versículo bíblico que más me impactó al llegar a los pies de Cristo fue: “Porque hay un sólo Dios y un sólo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo Hombre.” 1 Timoteo 2:5